Metales y plásticos, ¿un matrimonio de conveniencia?
La nueva Estrategia de Plásticos de la Unión Europea es la última medida para hacer frente a un problema que afecta a todo el planeta.
Sin embargo, para la industria recuperadora, el plástico no deja de ser un flujo de residuos que, convenientemente tratado, puede tener un gran potencial de reciclaje. Precisamente, en ese “convenientemente tratado” reside la complejidad de este material y también sus posibles soluciones.
¿Cuáles son los principales desafíos para el correcto tratamiento de los residuos plásticos en las plantas de reciclaje? Dos principalmente: uno, cuando se encuentran mezclados con otros materiales o hay diferentes tipos de plásticos mezclados y, dos, la demanda de esos plásticos reciclados y el desarrollo de mercados donde se puedan emplear.
Una de las soluciones nos lleva directamente al ecodiseño, base de la economía circular, que establece la idea de que antes de ir a la línea de producción se debe evaluar el potencial de reutilización y reciclaje del producto a crear. Además de promover la utilización de plástico reciclado en esa fabricación.
Otro aspecto, tan importante como el anterior, es la propia capacidad de adaptación del plástico a múltiples usos, sus posibilidades de combinar con otros materiales y su bajo coste en comparación a, por ejemplo, el empleo de metales. Por tanto, en estas fortalezas reside también su gran debilidad: anteponer su uso pese a su posterior imposibilidad de ser reutilizado o reciclado.
Un ejemplo es el representado por la industria de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), donde metal y plástico han acabado siendo un matrimonio de conveniencia. Si nos remontamos apenas unas décadas atrás, el uso de plásticos en la fabricación de aparatos eléctricos y electrónicos (AEE) pasó a convertirse en la panacea, ganando paulatinamente terreno al empleo de metales, materiales estos últimos con posibilidades casi infinitas de reciclaje.
Así, mientras muchos de los componentes de los aparatos eléctricos y electrónicos siguen siendo metálicos (motores, tambores de lavadoras…), el plástico es el material empleado mayoritariamente en otras partes (bandejas, cajones, embalajes…). Sin embargo, en esa apuesta, se olvidó una cuestión sumamente importante: ¿qué hacer con los plásticos resultantes de los procesos de tratamiento que, por su complejidad, no pueden ser reciclados?
¿Quiero decir con ello que hay que dejar de utilizar el plástico en la fabricación de los AEE? Ni mucho menos, este material posee una serie de ventajas, de las que he esbozado algunas.
Pero quiero romper una lanza por los metales, más aún cuando acabamos de conocer varios estudios que destacan que el uso de chatarra es la mejor alternativa para reducir las emisiones derivadas de la producción de metales. Que simplemente pone cifras a lo que llevamos defendiendo muchos años.
Otro gran reto para romper la actual dependencia de materiales plásticos para los que todavía no existen técnicas viables para su reciclaje, es hacer frente al problema de que la tasa de reincorporación de materiales plásticos reciclados es demasiado baja para garantizar un mercado.
Esto se debe, en parte, a la alta volatilidad del precio de los plásticos reciclados. El precio del plástico virgen está relacionado con el precio del petróleo y, a menudo, es más bajo que el precio del plástico reciclado. Por tanto, la producción de plásticos no se desacoplará eficientemente de las materias primas fósiles si no se toman iniciativas para aumentar la demanda de plástico reciclado.
¿Cómo podemos acabar con esta inmensa barrera actual al uso de plásticos reciclados? Aquí es donde las distintas Administraciones Públicas deben establecer las medidas oportunas que primen el desarrollo sostenible sobre el actual modelo lineal de producir-consumir-tirar.
Por ejemplo, deben implementar políticas verdes de contratación pública para iniciar un cambio hacia productos tales como envases, productos eléctricos y electrónicos o vehículos que contengan cantidades bien definidas de plásticos reciclados.
Además, deben establecer mecanismos de mercado que recompensen los beneficios ambientales del reciclaje de plásticos en términos de ahorro de energía y emisiones de CO2 y crear incentivos para que el sector manufacturero incluya plásticos reciclados en nuevos productos.
Por último, pero no menos importante, cuando se habla de cambiar un modelo de producción, que es directamente a lo que va encaminada la Estrategia de Plásticos de la UE, nos referimos a grandes inversiones por parte de la industria que los genera, fundamentalmente en I+D+i. Por tanto, la coherencia de las políticas es muy necesaria. Establecer altos objetivos de reciclaje (para RAEE o VFU) significa que el contenido plástico de estos artículos debe reciclarse, lo cual es positivo, pero, a menudo, incompatible con las diversas legislaciones sobre productos químicos que requieren descartar plásticos que contengan sustancias reguladas por encima de la concentración autorizada.
En EuRIC, organización referente de los recicladores en Europa para diferentes flujos de residuos, comenzamos una nueva etapa con la recientemente creada División Europea de Reciclaje de Plásticos (ERPB, en sus siglas en inglés), en la que debemos hacer frente a grandes desafíos como los nuevos materiales, la nueva legislación, así como a cuestiones trascendentales como las consecuencias del Brexit.
Nuestro presidente, Ion Olaeta, como vicepresidente de ERPB, y yo, como vicepresidenta de EuRIC, trabajaremos desde la Confederación en el largo plazo, sin olvidarnos de la infatigable labor que se realiza en los ámbitos nacionales y autonómicos, que son los que afectan más a corto plazo a nuestras empresas.
Alicia García-Franco
Directora general de FER